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¿Qué es el terraplanismo? Historia, creencias y evidencia científica

El terraplanismo representa una de las teorías conspirativas más persistentes y controvertidas de nuestro tiempo, un fenómeno que ha experimentado un sorprendente resurgimiento en plena era digital y científica. Esta creencia sostiene que, contrariamente al consenso científico establecido desde hace siglos, la Tierra no es un cuerpo aproximadamente esférico, sino un disco plano con características muy particulares.

En su concepción moderna, los defensores del terraplanismo postulan que nuestro planeta es un disco circular y plano, con el Polo Norte ubicado estratégicamente en el centro. Según esta teoría, este disco se encuentra rodeado por un muro de hielo perimetral —identificado comúnmente como la Antártida— que cumple la función esencial de contener las aguas oceánicas, impidiendo que estas se derramen por los bordes del supuesto disco terrestre.

A pesar de la abrumadora evidencia científica que confirma la esfericidad de nuestro planeta —desde las fotografías tomadas desde el espacio hasta los principios fundamentales de la física que explican la formación de los cuerpos celestes—, el movimiento terraplanista ha logrado captar la atención mediática y ganar adeptos en diversos países, incluyendo España. Este fenómeno se ha visto considerablemente amplificado por las posibilidades de difusión masiva que ofrecen las plataformas digitales y las redes sociales, donde tales ideas pueden propagarse rápidamente sin someterse al riguroso filtro del método científico.

El estudio del terraplanismo como fenómeno social y psicológico resulta particularmente relevante en el contexto actual, donde la desinformación y las teorías conspirativas parecen proliferar a un ritmo preocupante. Comprender las razones por las que determinados individuos rechazan un hecho científico tan fundamentalmente establecido como la esfericidad terrestre nos permite analizar los mecanismos subyacentes a la formación y persistencia de creencias contrarias a la evidencia empírica.

La concepción de la Tierra a través de la historia

Contrariamente a una creencia popularmente extendida, la idea de una Tierra esférica no es un conocimiento reciente ni fue propuesta por primera vez durante el Renacimiento o la Era de los Descubrimientos. La historia de la comprensión humana sobre la forma de nuestro planeta es considerablemente más compleja y se remonta a la antigüedad clásica.

La Antigüedad: Primeras observaciones de la esfericidad

Ya en el siglo VI a.C., el filósofo y matemático griego Pitágoras (570-495 a.C.) es considerado uno de los primeros pensadores en proponer la esfericidad de la Tierra, basándose en consideraciones principalmente estéticas y filosóficas. Su escuela pitagórica concebía la esfera como la forma geométrica más perfecta y, por tanto, la más adecuada para los cuerpos celestes, incluida la Tierra (Dreyer, 1953).

Posteriormente, Aristóteles (384-322 a.C.) proporcionó evidencias observacionales más concretas para sostener la esfericidad terrestre. En su obra «Sobre el Cielo«, Aristóteles planteó tres argumentos principales:

  1. La sombra proyectada por la Tierra durante los eclipses lunares es siempre circular, independientemente de la posición relativa del Sol y la Luna.
  2. Al viajar hacia el norte o el sur, aparecen gradualmente nuevas estrellas en el horizonte, mientras otras desaparecen, fenómeno solo explicable con una superficie curva.
  3. Los objetos caen hacia el centro de la Tierra desde cualquier punto de su superficie, sugiriendo una forma esférica (Aristóteles, trad. 1984).

El hito más significativo en la determinación empírica de la esfericidad terrestre durante la antigüedad corresponde a Eratóstenes (276-194 a.C.), bibliotecario de Alejandría, quien no solo comprendió que la Tierra era esférica, sino que calculó su circunferencia con sorprendente precisión utilizando un ingenioso método basado en la diferencia de ángulos de las sombras proyectadas por objetos en diferentes latitudes durante el solsticio de verano. Su cálculo de aproximadamente 40.000 kilómetros de circunferencia terrestre se acerca notablemente a la medición moderna de 40.075 kilómetros en el ecuador (Nieto, 2001).

Experimento de Eratóstenes medición Tierra - Terraplanismo
Experimento de Eratóstenes sobre la medición de la Tierra. Fuente: RTVE.

La Edad Media, un periodo de matices

Existe un extendido malentendido sobre la concepción de la Tierra durante la Edad Media europea, frecuentemente caracterizada como una época donde predominaba la creencia en una Tierra plana. Sin embargo, los estudios históricos rigurosos demuestran que esta caracterización es fundamentalmente incorrecta.

Durante este periodo, los eruditos medievales mantenían y enseñaban la esfericidad de la Tierra basándose en las obras clásicas greco-romanas, particularmente las de Aristóteles, Ptolomeo y otros pensadores que habían establecido sólidamente este conocimiento. Figuras tan influyentes como Santo Tomás de Aquino (1225-1274) o Roger Bacon (1219-1292) asumían como axiomática la forma esférica de nuestro planeta (Russell, 1991).

La cosmología medieval ciertamente contenía elementos que hoy consideraríamos erróneos o fantasiosos, como la ubicación de Jerusalén en el centro del mundo habitado o la existencia de regiones inhabitables o pobladas por seres mitológicos. Sin embargo, estos elementos coexistían con la aceptación general de la esfericidad terrestre entre las personas educadas de la época (Eco, 2013).

El historiador Jeffrey Burton Russell ha documentado exhaustivamente cómo la narrativa de una «Edad Media plana» fue en gran medida una fabricación posterior, desarrollada principalmente durante los siglos XVIII y XIX con el propósito de establecer un contraste artificial entre un supuesto oscurantismo medieval y la iluminación científica moderna. En su obra «Inventing the Flat Earth» (1991), Russell demuestra que esta caracterización distorsionada surgió como parte de los conflictos ideológicos entre religión y ciencia durante la Ilustración.

El mito de Colón y la Tierra plana

Un elemento central de esta narrativa distorsionada es la extendida creencia de que Cristóbal Colón tuvo que enfrentarse a la oposición de autoridades eclesiásticas y académicas que sostenían que la Tierra era plana. Esta historia, ampliamente divulgada en textos escolares durante generaciones, carece de fundamento histórico.

La controversia real en torno al viaje de Colón no giraba en torno a la forma de la Tierra, sino a sus dimensiones. Colón, basándose en cálculos erróneos y en una interpretación optimista de los textos de Marco Polo, estimaba una circunferencia terrestre significativamente menor a la real, lo que le llevaba a creer factible alcanzar las Indias navegando hacia el oeste. Sus detractores, paradójicamente más acertados en sus estimaciones basadas en Eratóstenes, consideraban que la distancia a recorrer sería excesiva para la tecnología náutica del momento (Boorstin, 1985).

La popularización del mito de «Colón y la Tierra plana» puede atribuirse principalmente a la obra «Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón» (1828) del escritor estadounidense Washington Irving, una dramatización novelada que incorporó elementos ficticios para incrementar su atractivo narrativo. Esta obra, al igual que «History of the Conflict Between Religion and Science» (1874) de John William Draper y «A History of the Warfare of Science with Theology in Christendom» (1896) de Andrew Dickson White, contribuyó decisivamente a cimentar en el imaginario colectivo la falsa concepción de una Edad Media que creía en la Tierra plana (Russell, 1991).

Origen y evolución del terraplanismo moderno

El terraplanismo moderno, entendido como un movimiento organizado que rechaza deliberadamente la esfericidad terrestre a pesar de la evidencia científica disponible, tiene sus raíces en el siglo XIX, desarrollándose en un contexto histórico marcado por profundas transformaciones sociales, científicas y religiosas.

Samuel Rowbotham y la astronomía Zetética

El primer impulsor significativo del terraplanismo contemporáneo fue el inventor y escritor inglés Samuel Rowbotham (1816-1884), quien bajo el seudónimo «Parallax» publicó en 1849 un panfleto titulado «Zetetic Astronomy: Earth Not a Globe«, posteriormente expandido a un libro completo en 1865. Rowbotham desarrolló lo que denominó «astronomía zetética» (del griego zetein, «buscar» o «investigar»), un sistema que pretendía basar el conocimiento únicamente en la experiencia sensorial directa, rechazando cualquier teoría abstracta (Garwood, 2008).

Rowbotham sostenía que la Tierra era un disco plano con el Polo Norte en el centro y la Antártida como un muro de hielo circunferencial. Para justificar su modelo, realizó una serie de experimentos en el canal de Bedford (Inglaterra), donde afirmaba haber demostrado la ausencia de curvatura terrestre al observar un bote a lo largo de seis millas de agua «perfectamente plana». Sus experimentos, aunque sistemáticamente refutados por científicos contemporáneos que señalaban errores metodológicos y de interpretación, le granjearon seguidores entre ciertos sectores de la sociedad victoriana (Schadewald, 2015).

El éxito relativo de Rowbotham debe entenderse en el contexto socio-religioso de la Inglaterra victoriana, donde existía una creciente tensión entre las interpretaciones literales de la Biblia y los avances científicos, particularmente tras la publicación de «El Origen de las Especies» de Darwin en 1859. La astronomía zetética ofrecía un refugio intelectual a quienes veían en la ciencia moderna una amenaza para sus convicciones religiosas tradicionales (Garwood, 2008).

La sociedad de la Tierra plana: de Shenton a Johnson

Tras un periodo de relativo declive, el terraplanismo experimentó un nuevo impulso a mediados del siglo XX de la mano del escritor inglés Samuel Shenton (1903-1971), quien fundó en 1956 la Sociedad Internacional de la Tierra Plana (International Flat Earth Society). Shenton intentó adaptar las ideas terraplanistas al contexto de la incipiente era espacial, argumentando que las primeras fotografías satelitales eran falsificaciones y que la carrera espacial constituía una elaborada farsa gubernamental (Garwood, 2008).

A pesar de estos esfuerzos por mantener vivo el movimiento, la sociedad de Shenton nunca logró superar el centenar de miembros. Sin embargo, tras su fallecimiento en 1971, el liderazgo fue asumido por el estadounidense Charles Kenneth Johnson (1924-2001), quien trasladó la sede de la organización a Lancaster, California, y le dio un nuevo impulso.

Johnson, un ex empleado de la industria aeroespacial, dirigió la sociedad durante tres décadas, incrementando significativamente su presencia mediática y su número de afiliados, que llegó a rondar los 3.500 miembros en su punto álgido durante la década de 1990. Bajo su dirección, la Sociedad de la Tierra Plana incorporó una retórica más conspirativa, vinculando la «mentira de la Tierra esférica» con supuestas agendas ocultas de organizaciones gubernamentales, especialmente la NASA (Gardner, 1957/2005).

El discurso de Johnson se caracterizaba por una peculiar mezcla de argumentación pseudocientífica y fundamentalismo bíblico, sosteniendo que la Biblia respaldaba inequívocamente la planitud terrestre y que cualquier evidencia en contrario debía ser rechazada como parte de una conspiración global. Tras el fallecimiento de Johnson en 2001 y un incendio que destruyó gran parte de los archivos de la organización, la Sociedad de la Tierra Plana entró en un periodo de inactividad (Garwood, 2008).

Imagen ilustrativa de la Tierra plana - Terraplanismo
Imagen ilustrativa de la Tierra plana. Fuente: BBC

El resurgimiento digital: terraplanismo en la era de Internet

El verdadero renacimiento del terraplanismo comenzó aproximadamente en 2010, impulsado por factores completamente nuevos vinculados al desarrollo de Internet y las redes sociales. Este resurgimiento representa un fenómeno cualitativamente distinto del terraplanismo histórico, tanto en sus mecanismos de propagación como en su composición demográfica.

Varios elementos han contribuido decisivamente a este renacer terraplanista:

  1. La democratización de la comunicación digital: Las plataformas como YouTube, Facebook y Twitter han permitido la difusión masiva de contenidos terraplanistas sin el filtrado crítico que tradicionalmente ejercían los medios de comunicación establecidos y las instituciones académicas. Cualquier persona puede producir y distribuir vídeos, infografías o textos defendiendo la Tierra plana, alcanzando potencialmente a millones de espectadores (Landrum et al., 2019).
  2. El algoritmo de recomendación: Los estudios han demostrado que los algoritmos de las plataformas digitales, diseñados para maximizar el tiempo de permanencia y la interacción de los usuarios, tienden a recomendar contenidos progresivamente más extremos o controvertidos. Un usuario que muestra interés inicial en temas como «anomalías de la NASA» o «verdades ocultas» puede ser expuesto gradualmente a contenidos terraplanistas cada vez más radicales (Alfano et al., 2020).
  3. Las cámaras de eco digitales: Las comunidades online permiten la formación de grupos cerrados donde las ideas terraplanistas se refuerzan mutuamente, sin exposición a argumentos contrarios. Dentro de estos espacios, las evidencias científicas son sistemáticamente rechazadas como parte de la supuesta conspiración, y se valoran especialmente las «investigaciones independientes» realizadas por miembros del movimiento (Del Vicario et al., 2016).
  4. El contexto socio-político: El resurgimiento terraplanista coincide con un periodo de creciente polarización política, erosión de la confianza en las instituciones tradicionales y proliferación de teorías conspirativas. En este clima, el terraplanismo funciona para algunos como expresión máxima de escepticismo hacia el «conocimiento oficial» (Landrum, 2019).
  5. La monetización del contenido: La posibilidad de obtener ingresos a través de publicidad, suscripciones o venta de productos relacionados ha incentivado la producción profesionalizada de contenido terraplanista, con figuras prominentes del movimiento como Mark SargentEric Dubay o Patricia Steere construyendo sus propias «marcas personales» en torno a estas ideas (Paolillo, 2018).

Investigaciones recientes sugieren que el perfil del terraplanista contemporáneo difiere significativamente del estereotipo tradicional. Lejos de tratarse exclusivamente de personas con bajo nivel educativo, el movimiento actual incluye individuos con formación técnica e incluso científica, unidos frecuentemente por una desconfianza fundamental hacia las estructuras de autoridad y una predisposición al pensamiento conspirativo en múltiples ámbitos (Landrum et al., 2019).

Cosmología terraplanista: modelos y argumentos

El terraplanismo moderno no constituye un cuerpo doctrinal unificado, sino que engloba diversas variantes y modelos cosmológicos que comparten el rechazo a la esfericidad terrestre. Sin embargo, es posible identificar una serie de elementos comunes en la mayoría de las propuestas terraplanistas contemporáneas.

El modelo de la Tierra plana

En la concepción terraplanista predominante, la Tierra se describe como un disco circular con unas características específicas:

  • El polo Norte se ubica en el centro exacto del disco terrestre.
  • El disco está rodeado perimetralmente por un muro de hielo de aproximadamente 45 metros de altura, identificado como la Antártida, que contiene los océanos e impide que el agua se derrame por los bordes.
  • El Sol y la Luna son cuerpos celestes relativamente pequeños (de unos 50 kilómetros de diámetro) y cercanos (a unos 5.000 kilómetros de altura) que se desplazan en círculos sobre el plano terrestre.
  • El cielo se concibe frecuentemente como una cúpula o domo que encierra el sistema terrestre, a la cual estarían adheridas las estrellas, interpretadas como meros puntos de luz o perforaciones en la estructura.

Más allá del muro de hielo antártico, las teorías divergen. Algunas versiones postulan que simplemente «no hay nada» o un abismo infinito; otras sugieren la existencia de tierras desconocidas; y las más elaboradas proponen un universo potencialmente infinito con múltiples «estanques» terrestres separados por vastas extensiones heladas (Dubay, 2014).

Explicaciones alternativas para fenómenos naturales

Los terraplanistas han desarrollado explicaciones alternativas para los fenómenos naturales que la ciencia convencional atribuye a la esfericidad terrestre:

  1. Ciclo día-noche: Se explica mediante un Sol que se mueve en círculos sobre el plano terrestre, iluminando solo una porción limitada de la superficie a la vez, como un foco que se desplaza sobre una mesa.
  2. Estaciones: Se atribuyen a variaciones en la altura y el diámetro de la órbita circular del Sol sobre la Tierra. En verano, el Sol describiría círculos más pequeños y cercanos al centro (polo Norte), mientras que en invierno sus círculos serían más amplios y periféricos.
  3. Eclipses: Los eclipses lunares, que la astronomía convencional explica como la interposición de la Tierra entre el Sol y la Luna, son reinterpretados como fenómenos causados por un hipotético «cuerpo celeste oscuro» que temporalmente oculta la Luna.
  4. Gravedad: La mayoría de los terraplanistas rechazan la teoría de la gravedad de Newton, sustituyéndola por el principio del «empuje ascendente universal». Según esta concepción, la Tierra plana estaría constantemente acelerándose hacia arriba a 9,8 m/s², lo que explicaría la sensación de peso. Alternativamente, algunos atribuyen los efectos gravitatorios a la densidad y el electromagnetismo.
  5. Horizonte y puesta de sol: El fenómeno de los barcos que parecen «hundirse» gradualmente en el horizonte se atribuye a efectos de perspectiva y refracción atmosférica, no a la curvatura terrestre.
  6. Variación de estrellas visibles según latitud: Se explica mediante las limitaciones de la visión humana y supuestos efectos de la «perspectiva atmosférica» que impedirían ver estrellas muy distantes en el plano horizontal (Rowbotham, 1865).

Argumentos terraplanistas comunes

Los defensores del terraplanismo suelen apoyarse en una serie de argumentos recurrentes:

  • Sensoriales: «No sentimos movimiento» o «el agua siempre busca su nivel y los océanos aparentan ser planos».
  • Contra la curvatura: «Desde grandes alturas no se aprecia curvatura en el horizonte» o «se pueden ver objetos que deberían estar ocultos por la curvatura».
  • Contra la rotación: «Si la Tierra girase a más de 1.600 km/h, experimentaríamos efectos como vientos constantes o dificultades para los vuelos de este a oeste».
  • Contra las imágenes satelitales: «Todas las fotografías de la Tierra desde el espacio son composiciones digitales generadas por la NASA u otras agencias espaciales».
  • Histórico-conspirativos: «La idea de la Tierra esférica se popularizó como parte de una agenda política para desacreditar textos religiosos» o «la NASA fue fundada por ex-nazis y masones con propósitos ocultos».
Fotografías representando la curvatura de la tierra en el horizonte - Terraplanismo
Fotografías representando la curvatura de la tierra en el horizonte. Rescatado de Facebook.

Evidencia científica de la esfericidad terrestre

La forma aproximadamente esférica de la Tierra (técnicamente un geoide, ligeramente achatado en los polos y ensanchado en el ecuador) constituye uno de los hechos científicos más sólidamente establecidos, respaldado por múltiples líneas de evidencia independientes y convergentes. A continuación, se presentan las principales pruebas científicas de la esfericidad terrestre, clasificadas según su naturaleza y accesibilidad.

Evidencias observacionales históricas

Mucho antes del desarrollo de la tecnología espacial, diversas observaciones permitieron a nuestros antepasados determinar la esfericidad de la Tierra:

  1. Sombra durante los eclipses lunares: Durante un eclipse lunar, la sombra que la Tierra proyecta sobre la Luna es siempre circular, independientemente del ángulo. Solo una esfera proyecta una sombra circular desde cualquier perspectiva, mientras que un disco plano proyectaría una sombra elíptica excepto en posiciones muy específicas (Aristóteles, trad. 1984).
  2. Aparición gradual de barcos en el horizonte: Los marineros observaron durante siglos que, al aproximarse a tierra, primero se divisan las cumbres de las montañas o los edificios más altos, después las construcciones de menor altura y finalmente la costa. Igualmente, al observar un barco alejándose, primero desaparece el casco y finalmente el mástil. Este fenómeno solo es explicable por la curvatura terrestre (Plinio el Viejo, trad. 1962).
  3. Variación de la altura de la estrella Polar: Al viajar hacia el norte, la estrella Polar aparece más alta en el cielo; al viajar hacia el sur, desciende hasta desaparecer bajo el horizonte en el hemisferio sur. Esta progresión gradual corresponde exactamente a lo esperable en una superficie curva (Cleomedes, trad. 2004).
  4. Experimento de Eratóstenes: En el siglo III a.C., Eratóstenes midió la diferencia angular de las sombras proyectadas por objetos verticales idénticos en dos ubicaciones separadas por una distancia conocida (Alejandría y Siena). Utilizando geometría básica, calculó la circunferencia terrestre con una precisión sorprendente, obteniendo un valor de aproximadamente 40.000 kilómetros (Nieto, 2001).

Evidencias físicas y geográficas

Las leyes fundamentales de la física y numerosos fenómenos geográficos confirman inequívocamente la esfericidad terrestre:

  1. Fuerza gravitatoria: La gravedad atrae la materia hacia el centro de masa. Para cuerpos con masa suficiente, esta atracción multidireccional resulta en una forma aproximadamente esférica, como se observa en todos los planetas. Las desviaciones menores (como el achatamiento polar terrestre) son explicables por la rotación (Feynman et al., 1963).
  2. Husos horarios: La existencia de distintos husos horarios es consecuencia directa de la rotación de una Tierra esférica. El hecho de que sea de día en Europa mientras es de noche en América solo tiene sentido en un modelo esférico (Harrison, 1985).
  3. Variación de la fuerza de Coriolis: Los patrones de circulación atmosférica y oceánica, como los sistemas ciclónicos girando en sentido opuesto en ambos hemisferios, son consecuencia directa del efecto Coriolis en una Tierra esférica en rotación (Persson, 2005).
  4. Existencia de los polos y el ecuador: La variación sistemática de temperatura según la latitud, con máximos en el ecuador y mínimos en los polos, refleja la distribución desigual de radiación solar en una superficie esférica (Barry & Chorley, 2009).
  5. Circumnavegación: Desde la expedición Magallanes-Elcano (1519-1522), numerosos viajeros han circunnavegado la Tierra, regresando a su punto de partida tras avanzar continuamente en la misma dirección, algo imposible en una Tierra plana (Bergreen, 2003).

Evidencias astronómicas y espaciales

La era espacial ha proporcionado evidencias directas e irrefutables de la esfericidad terrestre:

  1. Fotografías desde el espacio: Miles de fotografías tomadas por satélites, naves espaciales y astronautas procedentes de diferentes países y organizaciones (no solo la NASA) muestran consistentemente una Tierra esférica. Las acusaciones de manipulación masiva no son plausibles considerando la diversidad de fuentes, incluidas naciones competidoras o incluso hostiles entre sí (Sagan, 1994).
  2. Retransmisiones en vivo desde la Estación Espacial Internacional: La ISS proporciona regularmente transmisiones en directo mostrando la Tierra esférica desde el espacio, con participación de astronautas de múltiples nacionalidades (NASA, 2020).
  3. Turismo espacial: Recientemente, empresas privadas como SpaceX, Blue Origin y Virgin Galactic han llevado civiles al espacio, quienes han confirmado independientemente la esfericidad terrestre (Davenport, 2021).
  4. Mecánica orbital: Los satélites artificiales permanecen en órbita siguiendo precisamente las leyes de Kepler y Newton aplicadas a un cuerpo central esférico. Si la Tierra fuera plana, las órbitas satelitales y los cálculos para lanzamientos espaciales serían radicalmente diferentes (Sellers, 2004).
Fotografía de la Tierra desde la Estación Espacial Internacional, mostrando su curvatura. Recuperada de: Condé Nast Traveler.

Evidencias tecnológicas y prácticas

Numerosas tecnologías cotidianas funcionan exclusivamente porque incorporan en su diseño la esfericidad terrestre:

  1. Sistemas de navegación global por satélite (GNSS): El GPS, Galileo, GLONASS y otros sistemas de navegación satelital funcionan mediante constelaciones de satélites que orbitan una Tierra esférica. Sus algoritmos de triangulación incorporan explícitamente la curvatura terrestre en los cálculos (Hofmann-Wellenhof et al., 2007).
  2. Telecomunicaciones: Las redes de telecomunicaciones globales, incluyendo transmisiones submarinas y satelitales, están diseñadas considerando la geometría esférica del planeta. La curvatura terrestre es un factor crítico en el cálculo de líneas de visión para antenas de microondas (Freeman, 2005).
  3. Aviación transoceánica: Las rutas de vuelo intercontinentales siguen trayectorias de «círculo máximo» (la distancia más corta entre dos puntos en una esfera), que aparecerían como curvas en una proyección plana tipo Mercator, pero que son las rutas más eficientes en una Tierra esférica (Wickens et al., 2015).
  4. Balística de largo alcance: Los cálculos para proyectiles de largo alcance, tanto civiles como militares, incorporan correcciones por curvatura terrestre y efecto Coriolis, esenciales para alcanzar objetivos a distancias superiores a 20 kilómetros (Carlucci & Jacobson, 2018).

Experimentos accesibles para cualquier persona

Existen diversos experimentos y observaciones que cualquier persona puede realizar para verificar personalmente la curvatura terrestre:

  1. Observación de barcos en el horizonte: Con un buen telescopio o binoculares y condiciones adecuadas, se puede observar cómo los barcos desaparecen gradualmente por debajo del horizonte, de abajo hacia arriba.
  2. Fotografía del horizonte desde gran altura: Las fotografías tomadas desde aviones comerciales a gran altitud (10.000-12.000 metros) revelan una ligera pero perceptible curvatura del horizonte, especialmente con objetivos gran angular.
  3. Experimento del palo de Bedford: Reproduciendo con equipamiento moderno el famoso experimento de Wallace en el canal de Bedford (1870), se puede demostrar que objetos suficientemente alejados descienden por debajo de la línea de visión directa debido a la curvatura terrestre (Gardner, 1957/2005).
  4. Observación de diferentes constelaciones: Viajando de norte a sur, se puede comprobar cómo aparecen nuevas constelaciones en el hemisferio celeste opuesto, mientras otras desaparecen, fenómeno coherente únicamente con una Tierra esférica.
  5. Observación de eclipses lunares: Durante un eclipse lunar, la sombra terrestre sobre la Luna muestra un borde claramente circular, evidencia de la esfericidad terrestre (Espenak & Meeus, 2009).

Factores psicológicos y sociológicos del terraplanismo

El terraplanismo contemporáneo constituye un fascinante caso de estudio para la psicología social y la sociología del conocimiento. Comprender por qué personas con acceso a educación y evidencia científica adoptan y defienden fervientemente creencias contrarias al consenso científico establecido requiere analizar diversos factores psicológicos, sociológicos y epistemológicos.

Mecanismos psicológicos subyacentes

Varios procesos cognitivos y psicológicos contribuyen a la adopción y persistencia de creencias terraplanistas:

  1. Pensamiento conspirativo: Investigaciones como las de Douglas et al. (2019) indican que el pensamiento conspirativo representa un estilo cognitivo caracterizado por la tendencia a percibir conexiones significativas entre eventos no relacionados y a inferir intencionalidad oculta tras fenómenos complejos. Las personas con alta predisposición al pensamiento conspirativo tienden a aceptar múltiples teorías conspirativas simultáneamente, incluso cuando son mutuamente contradictorias.
  2. Ilusión de conocimiento especial: Psicólogos como Dunning (2011) han documentado cómo la posesión de conocimientos supuestamente «exclusivos» o «censurados» proporciona una gratificación psicológica significativa. Los terraplanistas frecuentemente se perciben a sí mismos como una minoría iluminada que ha «despertado» frente a la «masa dormida», lo que refuerza su identidad y autoestima.
  3. Pensamiento intuitivo vs. analítico: El trabajo de Pennycook et al. (2015) ha mostrado correlaciones entre la preferencia por el pensamiento intuitivo (rápido, emocional, basado en la experiencia directa) sobre el pensamiento analítico (lento, deliberativo, abstracto) y la susceptibilidad a aceptar información pseudocientífica. El terraplanismo apela frecuentemente a la experiencia sensorial directa («el horizonte se ve plano») frente a modelos teóricos abstractos.
  4. Disonancia cognitiva y perseverancia de creencias: Una vez adoptada una creencia significativa, los humanos tendemos a experimentar incomodidad psicológica (disonancia cognitiva) ante información contradictoria. Como demostró Festinger (1957), esta incomodidad frecuentemente se resuelve mediante la reinterpretación o rechazo de la nueva información, no mediante la revisión de las creencias previas.
  5. Sesgo de confirmación: Este fenómeno, ampliamente documentado en la literatura psicológica, lleva a los individuos a buscar, interpretar y recordar selectivamente información que confirma sus creencias preexistentes, ignorando o desacreditando sistemáticamente la evidencia contraria (Nickerson, 1998).

Contexto sociológico del terraplanismo contemporáneo

El resurgimiento del terraplanismo se inscribe en un marco sociológico más amplio, caracterizado por:

  1. Crisis de confianza institucional: Diversos estudios sociológicos documentan un declive significativo en la confianza pública hacia instituciones tradicionales de autoridad, incluyendo gobiernos, medios de comunicación, academia y organismos científicos (Edelman Trust Barometer, 2021). Esta erosión de confianza facilita el rechazo de conocimientos «oficiales» sobre la forma de la Tierra.
  2. Polarización social y política: La creciente polarización ideológica ha generado entornos donde la aceptación o rechazo de determinados hechos científicos se convierte en marcador de identidad grupal, más que en conclusión derivada de la evaluación de evidencias (Landrum et al., 2019).
  3. Democratización del acceso a la información: La revolución digital ha transformado radicalmente los patrones de acceso y difusión del conocimiento. Como señala Brossard (2013), mientras este proceso tiene aspectos indudablemente positivos, también ha erosionado los filtros tradicionales que diferenciaban el conocimiento experto del amateur, equiparando retóricamente todas las fuentes de información independientemente de su rigor metodológico.
  4. Capitalismo de la atención: El modelo económico de las plataformas digitales, basado en la captación y retención de atención mediante contenido emocionalmente estimulante, favorece la difusión de teorías conspirativas sensacionalistas sobre explicaciones científicas percibidas como «aburridas» (Wu, 2017). El terraplanismo representa contenido altamente «compartible» por su carácter controvertido.
  5. Comunidades virtuales y radicalización: Los estudios de Bessi et al. (2015) han documentado cómo las comunidades virtuales pueden funcionar como entornos de radicalización cognitiva, donde la exposición exclusiva a información concordante con determinadas creencias conduce a posiciones progresivamente más extremas, fenómeno conocido como «cámara de eco» o «burbuja epistémica».

El terraplanismo como respuesta a la complejidad contemporánea

Para teóricos como Bruno Latour (2018) o Harry Collins (2014), el auge del terraplanismo y otras formas de negacionismo científico refleja una crisis epistemológica más profunda, vinculada a la creciente complejidad e inaccesibilidad del conocimiento moderno.

La ciencia contemporánea opera mediante modelos matemáticos abstractos, instrumentación sofisticada y especialización extrema, resultando cada vez más distante de la experiencia cotidiana. Para el ciudadano medio, aceptar la esfericidad terrestre (o el cambio climático, la eficacia vacunal, etc.) implica un acto de fe en sistemas expertos que no puede verificar personalmente.

En este contexto, el terraplanismo puede interpretarse como un intento de «reapropiar» el conocimiento, privilegiando la experiencia sensorial directa («veo el horizonte plano») sobre la autoridad científica abstracta. Como señala Nichols (2017) en «The Death of Expertise«, este fenómeno refleja una tensión fundamental entre los ideales democráticos de igualdad y la realidad inevitable de la especialización del conocimiento.

Implicaciones para la comunicación científica

El fenómeno terraplanista ofrece valiosas lecciones sobre los desafíos contemporáneos de la comunicación científica y la alfabetización mediática en la era digital.

Limitaciones del «modelo de déficit»

El caso del terraplanismo ilustra claramente las limitaciones del tradicional «modelo de déficit» en comunicación científica, que asume que el rechazo público a consensos científicos se debe principalmente a falta de información, y que proporcionar más datos corregirá automáticamente las concepciones erróneas.

Investigadores como Kahan et al. (2012) han demostrado que, contrariamente a esta intuición, mayor conocimiento científico no siempre conduce a mayor aceptación de consensos científicos potencialmente conflictivos con identidades culturales o políticas. De hecho, individuos con mayor alfabetización científica pueden ser más eficaces en la construcción de argumentos que refuercen sus posiciones previas.

El terraplanismo contemporáneo no surge primariamente de ignorancia sobre astronomía básica, sino de una desconfianza fundamental hacia las fuentes institucionales de conocimiento y de necesidades psicológicas y sociales específicas que esta creencia satisface (Landrum, 2019).

Estrategias efectivas de comunicación

Basándose en la investigación existente sobre comunicación científica en contextos controvertidos, pueden identificarse varias estrategias potencialmente más efectivas:

  1. Enfoque en valores compartidos: Investigaciones como las de Feinberg y Willer (2015) sugieren que enmarcar la información científica en términos que resuenen con los valores fundamentales del público objetivo resulta más persuasivo que la simple presentación de datos. Para audiencias potencialmente receptivas al terraplanismo, enfatizar valores como independencia intelectual, escepticismo saludable o búsqueda de la verdad puede resultar más efectivo.
  2. Reconocimiento de incertidumbres: Paradójicamente, la admisión explícita de las incertidumbres y limitaciones del conocimiento científico tiende a incrementar, no disminuir, la confianza pública en la ciencia. Presentar la ciencia como un proceso abierto de constante refinamiento, no como un conjunto dogmático de verdades absolutas, puede reducir percepciones de arrogancia o dogmatismo (Fischhoff, 2013).
  3. Comunicación dialógica: Modelos de comunicación bidireccional que implican genuinamente al público en diálogos significativos, reconociendo sus preocupaciones y perspectivas, muestran mayor eficacia que modelos unidireccionales de transmisión de información (Nisbet & Scheufele, 2009).
  4. Narrativas y visualizaciones: La investigación en ciencia cognitiva demuestra que la información presentada en formato narrativo y visual es procesada diferentemente y frecuentemente recordada mejor que datos abstractos. Comunicar la esfericidad terrestre mediante historias personales y visualizaciones accesibles puede resultar más persuasivo que argumentaciones puramente técnicas (Dahlstrom, 2014).
  5. Promoción del pensamiento crítico: A largo plazo, la estrategia más sostenible implica fortalecer las capacidades generales de pensamiento crítico y alfabetización mediática. Individuos equipados con herramientas para evaluar críticamente fuentes de información, reconocer falacias lógicas y comprender conceptos estadísticos básicos muestran mayor resistencia a la desinformación en múltiples dominios (Ecker et al., 2022).

Conclusiones: el terraplanismo como fenómeno cultural

El terraplanismo contemporáneo trasciende la mera discusión sobre la forma geométrica del planeta para constituirse en un fenómeno sociocultural complejo que refleja tensiones fundamentales de nuestro tiempo.

Desde una perspectiva estrictamente científica, la cuestión de la forma terrestre está inequívocamente resuelta: la Tierra es aproximadamente esférica (técnicamente un geoide ligeramente achatado en los polos), y ninguna evidencia sustancial contradice esta conclusión. La multiplicidad de pruebas independientes —desde observaciones astronómicas hasta tecnologías cotidianas como el GPS— convergen en esta misma conclusión, conformando uno de los hechos científicos más sólidamente establecidos.

Sin embargo, el resurgimiento del terraplanismo en pleno siglo XXI ilustra que la aceptación pública del conocimiento científico no depende exclusivamente de la solidez de la evidencia. Factores psicológicos, sociológicos, epistemológicos y políticos influyen decisivamente en cómo las personas procesan, interpretan y aceptan o rechazan determinadas afirmaciones científicas.

El terraplanismo refleja una crisis más profunda de confianza en el conocimiento experto y las instituciones, exacerbada por transformaciones radicales en el ecosistema informativo. Representa también una respuesta, aunque profundamente equivocada en sus conclusiones, a la creciente abstracción y especialización del conocimiento científico, cada vez más distante de la experiencia cotidiana.

Para la comunicación científica, el fenómeno terraplanista ofrece una oportunidad para reexaminar supuestos fundamentales sobre cómo el público procesa la información científica y para desarrollar estrategias más efectivas de divulgación que reconozcan la complejidad de los factores involucrados en la formación de creencias.

Para la sociedad en general, el caso del terraplanismo subraya la urgente necesidad de fortalecer la alfabetización científica y mediática, no mediante la simple memorización de hechos científicos, sino desarrollando capacidades críticas que permitan a los ciudadanos navegar un paisaje informativo cada vez más complejo y contaminado por desinformación.

Finalmente, el terraplanismo nos recuerda la naturaleza profundamente social del conocimiento humano. Incluso nuestras creencias más básicas sobre la realidad física dependen significativamente de redes de confianza social y de la credibilidad que otorgamos a diferentes fuentes de autoridad epistémica. En un mundo donde estas redes de confianza se encuentran severamente tensionadas, ningún conocimiento, por sólidamente establecido que esté, puede darse por garantizado.

¿Qué le ha parecido este artículo? Le recuerdo que puede consultar también nuestro análisis detallado sobre argumentos para rebatir el terraplanismo si desea profundicar en las refutaciones específicas a las principales afirmaciones del movimiento terraplanista (o si se encuentra en medio de un agitado debate).

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