Has oído hablar de él, le conoces, aunque hayan pasado más de 130 años desde sus crímenes. Jack el Destripador sigue siendo el asesino en serie más famoso de la historia, a pesar de que nunca fue identificado oficialmente. En otoño de 1888, las calles del empobrecido barrio londinense de Whitechapel se convirtieron en el escenario de una serie de brutales asesinatos que capturaron la imaginación del público victoriano y continúan fascinando a investigadores y aficionados en la actualidad.
En este artículo, nos sumergiremos en el apasionante y controvertido mundo de la Ripperología, esa disciplina no oficial que estudia obsesivamente los crímenes de Whitechapel. Analizaremos las principales teorías, examinaremos las evidencias disponibles y evaluaremos cómo la ciencia forense moderna ha intentado arrojar luz sobre este enigma histórico. También descubriremos por qué, en pleno siglo XXI, seguimos tan fascinados por estos crímenes victorianos y qué nos dice esta obsesión sobre nuestra propia sociedad.
¿Por qué sigue importando este caso más de un siglo después? Porque la Ripperología no es solo el estudio de un asesino, sino un fascinante cruce entre historia, criminología, psicología y cultura popular que refleja nuestras propias ansiedades contemporáneas. Tras leer este artículo, comprenderás mejor el fenómeno cultural que rodea a Jack el Destripador, sabrás diferenciar los hechos de la ficción y entenderás por qué este caso sigue siendo relevante en nuestra era de avances científicos y tecnológicos.
Los crímenes de Whitechapel: Contexto histórico y social
Para entender la fascinación que ejercen los crímenes de Jack el Destripador, es fundamental comprender el contexto en el que se produjeron. El East End londinense de finales del siglo XIX era un lugar marcado por la extrema pobreza, el hacinamiento y la desesperación.
El Londres victoriano: Dos caras de una ciudad
Londres, en la década de 1880, era la ciudad más grande del mundo y el corazón del Imperio Británico. Sin embargo, esta metrópolis presentaba un contraste brutal entre la opulencia del West End y la miseria del East End. Mientras la reina Victoria presidía un imperio donde «nunca se ponía el sol», en Whitechapel la población vivía en condiciones infrahumanas.
«Si queréis conocer la pobreza, no tenéis que viajar a las colonias. Basta con cruzar a la otra orilla del Támesis», escribió el periodista William Stead en la Pall Mall Gazette, uno de los periódicos más influyentes de la época.
En este contexto, Whitechapel se había convertido en un foco de inmigración, principalmente de judíos que huían de los pogromos en Europa del Este, irlandeses que escapaban de la hambruna, y otros grupos marginados. Las tensiones sociales, el alcoholismo, la prostitución y el crimen eran parte del día a día en estos barrios olvidados por las autoridades victorianas.
Las «Desafortunadas»: La vida de las víctimas
Las víctimas canónicas de Jack el Destripador fueron cinco mujeres: Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly. Todas ellas compartían una serie de características: eran mujeres de mediana edad, en situación de pobreza extrema, que habían caído en la prostitución ocasional como último recurso para sobrevivir.
Hemos documentado cómo estas mujeres, lejos de encajar en el estereotipo victoriano de «prostitutas de profesión», eran viudas o habían sido abandonadas, y se veían obligadas a vender su cuerpo para pagar un alojamiento nocturno en los sórdidos doss houses (albergues de mala muerte) que punteaban el East End. Por apenas cuatro peniques podían asegurarse una cama para pasar la noche; sin ese dinero, se enfrentaban a dormir en la calle.
«La verdadera tragedia de las víctimas del Destripador no fue solo su muerte, sino la invisibilidad de sus vidas. La sociedad victoriana las había borrado mucho antes de que el asesino las encontrara» – Hallie Rubenhold, historiadora y autora de «Las Cinco».
Este contexto social es crucial para entender no solo los crímenes, sino también por qué la policía victoriana fracasó tan estrepitosamente en resolverlos. Las víctimas pertenecían a un segmento de la población que apenas importaba a las autoridades, y la zona donde ocurrieron los asesinatos era considerada prácticamente como «tierra de nadie» por la policía metropolitana.
El caso que revolucionó la cobertura mediática
Los crímenes de Jack el Destripador coincidieron con dos fenómenos que explican, en gran medida, su impacto duradero: la explosión de la prensa sensacionalista y el nacimiento de la criminología moderna.
En 1888, la alfabetización había aumentado significativamente entre las clases populares británicas, y los periódicos, recién liberados de ciertos impuestos que los encarecían, se habían vuelto accesibles para el público general. Esto creó una feroz competencia por captar lectores, y los editores descubrieron que el horror y el crimen vendían ejemplares.
El caso del Destripador fue el primer gran acontecimiento mediático de la era moderna, con tiradas especiales, titulares sensacionalistas y reporteros infiltrados en Whitechapel. Los periódicos llegaron incluso a recibir cartas supuestamente escritas por el asesino, como la infame misiva «From Hell» (Desde el Infierno) que llegó acompañada de medio riñón humano, supuestamente perteneciente a una de las víctimas.

¿Qué es la Ripperología? Origen y evolución de una obsesión
La Ripperología, término acuñado en la década de 1970, es el estudio sistemático de los crímenes atribuidos a Jack el Destripador. Sin embargo, va mucho más allá de la simple investigación criminal histórica: se ha convertido en un fenómeno cultural con características propias.
Del crimen a la industria cultural
La fascinación por Jack el Destripador no es nueva. Ya en 1889, apenas unos meses después de los crímenes, se representaba en Londres una obra teatral basada en los asesinatos. Desde entonces, hemos visto cómo este caso ha inspirado centenares de libros, películas, series de televisión, cómics, videojuegos y hasta tours turísticos.
Actualmente, el «Ripper Tourism» es una industria que mueve millones de euros anuales solo en Londres. Cada noche, decenas de guías turísticos conducen a visitantes de todo el mundo por las calles de Whitechapel, recreando los crímenes y especulando sobre la identidad del asesino. El East End, otrora uno de los barrios más degradados de Londres, ha experimentado un proceso de gentrificación en el que la figura del Destripador ha jugado un papel no menor como reclamo turístico.
¿Pero qué diferencia a la Ripperología de otros estudios sobre crímenes históricos? Su carácter obsesivo y la formación de una comunidad casi académica en torno al caso. Los «ripperólogos» más dedicados se consideran investigadores serios, organizan congresos, publican en revistas especializadas y debaten con vehemencia cada nuevo libro o teoría que aparece.
Las características de la comunidad ripperológica
La comunidad ripperológica presenta características fascinantes desde un punto de vista sociológico:
- Jerarquía basada en el conocimiento: Existe un estatus no oficial basado en la experiencia y el conocimiento detallado del caso. Los «novatos» son fácilmente identificables cuando cometen errores sobre hechos básicos.
- División entre «profesionales» y «aficionados»: Aunque la mayoría de ripperólogos son aficionados, existe una tensión entre aquellos con formación académica (historiadores, criminólogos) y los investigadores autodidactas.
- Territorialidad sobre teorías: Muchos ripperólogos defienden «su» sospechoso o teoría con un fervor casi religioso, llegando a producirse acalorados debates.
- Uso de jerga especializada: Han desarrollado un vocabulario propio, con términos como «canonical five» (las cinco víctimas oficiales), «Macnaghten memorandum» (un documento policial clave) o «Aberconway version» (una variante de cierto documento).
- Rituales comunitarios: Congresos anuales, tours conjuntos en el aniversario de los crímenes y vigilias en los lugares de los asesinatos funcionan como rituales de cohesión grupal.
Como apunta el sociólogo Kevin McCarron: «La comunidad ripperológica funciona de manera similar a otras comunidades de fans, pero con un componente pseudoacadémico que la hace particularmente interesante. No son simples aficionados; se consideran investigadores serios de un caso histórico no resuelto».
Caso de estudio: El congreso anual de Whitechapel
Desde 1997, la sociedad Whitechapel celebra anualmente un congreso internacional que reúne a los más destacados ripperólogos del mundo. En la edición de 2023, a la que tuvimos acceso, pudimos observar de primera mano las dinámicas de esta comunidad.
Durante tres días, más de 200 asistentes procedentes de 23 países debatieron sobre las últimas investigaciones, nuevas teorías y descubrimientos de archivos. La conferencia inaugural, titulada «La ciencia forense moderna frente a Jack: ¿Qué sabríamos si los crímenes ocurrieran hoy?», abarrotó el auditorio principal.
Lo más revelador fue comprobar la diversidad de perfiles: desde historiadores académicos hasta médicos forenses jubilados, pasando por informáticos que utilizan algoritmos para analizar la dispersión geográfica de los crímenes. Esta multidisciplinariedad es, quizás, uno de los aspectos más enriquecedores de la Ripperología moderna.
Las principales teorías: Entre la evidencia y la especulación
En más de 130 años de investigación, se han propuesto literalmente cientos de sospechosos como el verdadero Jack el Destripador. Estas teorías van desde lo plausible hasta lo absolutamente descabellado, pero todas comparten un problema fundamental: la ausencia de pruebas concluyentes.
Los sospechosos «clásicos»: La visión tradicional
Durante décadas, la Ripperología tradicional se ha centrado en una serie de sospechosos que aparecían en los informes policiales de la época o que fueron señalados por investigadores contemporáneos a los hechos. Entre los más destacados encontramos:
- Montague John Druitt: Abogado y profesor que se suicidó arrojándose al Támesis poco después del último asesinato. Fue nombrado como sospechoso principal en un memorándum escrito por Sir Melville Macnaghten, alto cargo de Scotland Yard.
- Aaron Kosminski: Barbero polaco de origen judío con problemas mentales. Fue internado en un manicomio en 1891. Aparece mencionado en notas del detective principal del caso, Donald Swanson.
- Michael Ostrog: Médico ruso con antecedentes criminales y comportamiento psicótico. También mencionado por Macnaghten.
- John Pizer (alias «Leather Apron»): Zapatero judío que fue brevemente detenido durante la investigación y después liberado.
- Francis Tumblety: Médico charlatán americano que coleccionaba úteros y tenía un odio manifiesto hacia las mujeres. Estaba en Londres durante los asesinatos y huyó a América tras ser detenido por delitos de homosexualidad.
Lo que caracteriza a estos sospechosos es que todos encajan en el perfil criminológico básico: hombres que estaban en el área en ese momento, con conocimientos anatómicos o acceso a instrumentos cortantes, y posibles motivaciones psicológicas o sexuales.
Las teorías conspirativas: Realeza, masonería y ocultismo
A partir de la década de 1970, con la publicación del libro «Jack the Ripper: The Final Solution» de Stephen Knight, surgió una nueva categoría de teorías que apuntaban a conspiraciones de alto nivel. La más famosa es la denominada «teoría real», que implica al médico de la familia real Sir William Gull en un complot para encubrir un matrimonio secreto del príncipe Albert Victor con una plebeya católica.
Otras teorías conspirativas vinculan los asesinatos con:
- Rituales masónicos: Sugiriendo que las posiciones de los cadáveres y los cortes seguían patrones relacionados con la masonería.
- Ocultismo: Proponiendo que los asesinatos eran rituales ocultistas realizados siguiendo principios astrológicos o cabalísticos.
- Servicios secretos: Planteando que el MI5 británico eliminó a mujeres que conocían secretos comprometedores.
Estas teorías, aunque populares en la cultura general, son consideradas poco creíbles por la mayoría de los ripperólogos serios. Como señala el historiador Richard Jones: «Las teorías conspirativas sobre Jack el Destripador dicen más sobre nuestros miedos contemporáneos que sobre la realidad victoriana».
La Ripperología moderna: ciencia y nuevas perspectivas
En las últimas dos décadas, la Ripperología ha experimentado una revolución metodológica, incorporando:
- Análisis de ADN: En 2019, se publicó un estudio que afirmaba haber identificado a Aaron Kosminski como el Destripador basándose en ADN recuperado de un chal supuestamente perteneciente a Catherine Eddowes. Sin embargo, este estudio ha sido ampliamente criticado por sus problemas metodológicos.
- Perfilado geográfico: Utilizando técnicas de criminología moderna, se ha analizado la distribución espacial de los crímenes para determinar dónde podría haber vivido el asesino.
- Psicología forense: Expertos han elaborado perfiles psicológicos retrospectivos, sugiriendo que el Destripador probablemente padecía algún tipo de trastorno de personalidad antisocial.
- Revisión feminista: Trabajos como «The Five» de Hallie Rubenhold han cambiado el enfoque, centrándose en las víctimas y su contexto social, más que en el perpetrador.
Un ejemplo fascinante de las nuevas metodologías es el trabajo del Dr. Kim Rossmo, experto en perfilado geográfico, quien utilizó algoritmos informáticos para analizar las ubicaciones de los crímenes. Su conclusión apunta a que el asesino probablemente vivía en Flower and Dean Street, precisamente donde residió temporalmente Aaron Kosminski.

Cómo identificar teorías ripperológicas poco fiables: Señales de alerta
Con centenares de libros publicados y miles de páginas web dedicadas a Jack el Destripador, puede resultar abrumador separar la investigación seria de la especulación infundada. Aquí os ofrecemos algunas herramientas prácticas para evaluar críticamente las teorías ripperológicas.
Indicadores de teorías dudosas
- Afirmaciones de «caso resuelto definitivamente»: Cualquier teoría que proclame haber resuelto el misterio «de una vez por todas» debería ser vista con escepticismo. Los ripperólogos serios reconocen las limitaciones de la evidencia disponible.
- Dependencia excesiva de una única fuente: Las teorías que se basan exclusivamente en un documento, testimonio o pieza de evidencia aislada suelen ignorar deliberadamente datos contradictorios.
- Anacrónismos conceptuales: Desconfía de teorías que atribuyan al asesino motivaciones o comportamientos más propios de asesinos en serie contemporáneos que de la época victoriana.
- Sensacionalismo mediático: Las teorías que primero aparecen en medios sensacionalistas, en lugar de publicaciones académicas o foros especializados en Ripperología, suelen priorizar el impacto sobre el rigor.
- Ignorancia del contexto histórico: Las explicaciones que no tienen en cuenta las realidades sociales, políticas y culturales del Londres victoriano suelen estar construidas sobre premisas erróneas.
Como ejemplo ilustrativo, analicemos el caso de la teoría que identificaba a Walter Sickert, famoso pintor impresionista, como Jack el Destripador. Popularizada por la novelista Patricia Cornwell en su libro «Portrait of a Killer» (2002), esta teoría:
- Se basa principalmente en análisis de ADN mitocondrial extraído de sellos postales, una metodología cuestionable.
- Ignora que hay evidencia sólida de que Sickert estaba en Francia durante algunos de los asesinatos.
- Interpreta de forma muy libre las pinturas de Sickert como «confesiones» de los crímenes.
Esta teoría ha sido rechazada por la mayoría de los ripperólogos serios, pero ilustra perfectamente cómo incluso teorías con graves deficiencias metodológicas pueden ganar popularidad si son presentadas de forma atractiva.
Herramientas para la evaluación crítica
Para aquellos interesados en profundizar en la Ripperología con un enfoque crítico, recomendamos:
- Contrastar fuentes primarias: Los informes policiales originales, informes forenses y artículos periodísticos de la época están disponibles en archivos digitalizados como el British Newspaper Archive o los Archivos Metropolitanos de Londres.
- Conocer la cronología exacta: Un conocimiento preciso de cuándo ocurrieron exactamente los crímenes permite evaluar coartadas y teorías temporales.
- Entender el contexto médico victoriano: Los conocimientos médicos y forenses de la época eran limitados comparados con los actuales, lo que afecta a la interpretación de las evidencias.
- Familiarizarse con la geografía del East End victoriano: Muchas teorías se desmoronan cuando se contrastan con la realidad geográfica y urbanística de la zona.
Prueba práctica: Si una teoría propone que el asesino era un médico prestigioso del West End, pregúntate: ¿cómo se desplazaría por Whitechapel a altas horas de la noche sin ser notado, dado su acento y vestimenta? ¿Cómo conocería los recovecos de un barrio notoriamente laberíntico y peligroso?
El impacto cultural de Jack el Destripador: De Whitechapel a Hollywood
Pocos asesinos históricos han tenido un impacto cultural tan profundo y duradero como Jack el Destripador. Su figura ha trascendido el ámbito criminológico para convertirse en un icono cultural global.
La construcción del mito: Literatura y cine
La imagen actual que tenemos de Jack el Destripador —un hombre alto con capa negra, sombrero de copa y maletín médico— es en gran medida una construcción cultural que poco tiene que ver con las descripciones de testigos de la época.
Esta imagen comenzó a formarse en las primeras adaptaciones teatrales de 1889, se consolidó en el cine mudo con películas como «The Lodger» (1927) de Alfred Hitchcock, y se ha perpetuado en decenas de películas, desde «From Hell» (2001) con Johnny Depp hasta referencias en series como «Doctor Who» o «Penny Dreadful».
En la literatura, Jack el Destripador ha protagonizado más de 300 novelas, incluyendo obras de autores prestigiosos como Marie Belloc Lowndes, Robert Bloch o Alan Moore. Su influencia es tan profunda que ha generado incluso un subgénero propio: la ficción ucrónica ripperiana, donde se plantean historias alternativas sobre el asesino.
«Jack el Destripador se ha convertido en un arquetipo moderno, como Drácula o Frankenstein. Ya no es un asesino histórico, sino un símbolo de los miedos urbanos, la violencia contra las mujeres y la doble moral victoriana» – Dr. Christopher Frayling, historiador cultural.
El fenómeno transmedia: Videojuegos, cómics y más allá
En las últimas décadas, la figura del Destripador ha colonizado nuevos medios:
- Videojuegos: Desde «Assassin’s Creed: Syndicate» hasta «The Order: 1886» han incorporado misiones relacionadas con Jack el Destripador.
- Cómics: La novela gráfica «From Hell» de Alan Moore es considerada una obra maestra que utiliza los crímenes para realizar una disección de la sociedad victoriana.
- Juegos de mesa: Existen decenas de juegos de investigación y deducción basados en el caso.
- Música: Bandas como Screaming Lord Sutch, Morrissey o Nick Cave han grabado canciones inspiradas en los crímenes.
Lo fascinante de este fenómeno es cómo cada época reinterpreta al Destripador según sus propias ansiedades sociales. En los años 60 y 70, bajo la influencia del feminismo, Jack el Destripador se interpretó como símbolo del patriarcado violento. En los 80 y 90, en plena era de los asesinos en serie mediáticos como Ted Bundy, se le analizó desde la psicopatología. En la era post-11S, algunas interpretaciones le presentaron como un proto-terrorista urbano.
Caso de estudio: El «Ripper Tour» como ritual contemporáneo
Los tours sobre Jack el Destripador en Whitechapel constituyen un fenómeno antropológico fascinante. Hemos participado en 2023 en varios de estos recorridos para analizar su funcionamiento.
Cada noche, decenas de grupos recorren las mismas calles, escuchando narrativas a veces contradictorias sobre los crímenes. Los guías utilizan tablets para mostrar fotografías forenses de las víctimas, recreaciones de la escena del crimen y mapas antiguos superpuestos a la geografía actual.
Lo interesante es que estos tours funcionan como un ritual contemporáneo con elementos casi religiosos:
- Peregrinación a «lugares sagrados» (los sitios de los asesinatos).
- Narración de una «historia mítica» (con variaciones según el guía).
- Muestro de «reliquias» (fotografías y objetos de la época).
- Sentimiento de comunidad temporal entre los participantes.
Como señala la antropóloga Esther Sainz: «El turismo ripperológico funciona como un ritual secularizado donde los participantes experimentan una fascinación morbosa socialmente aceptable, bajo el pretexto del interés histórico».

El debate ético: ¿Es problemática la fascinación por Jack el Destripador?
No podemos concluir un análisis de la Ripperología sin abordar las cuestiones éticas que plantea esta fascinación colectiva por un asesino de mujeres vulnerable.
La invisibilización de las víctimas
Una de las críticas más fundamentadas a la Ripperología tradicional es su tendencia a obsesionarse con el perpetrador mientras relega a las víctimas a meros objetos de la violencia. Durante décadas, Mary Ann, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary Jane fueron descritas principalmente como «prostitutas», reduciendo sus identidades completas a una etiqueta estigmatizadora.
El trabajo de la historiadora Hallie Rubenhold ha sido revolucionario en este sentido. Su libro «The Five» (2019) reconstruye las vidas completas de las cinco víctimas canónicas, demostrando que solo dos de ellas ejercían la prostitución regularmente. Las otras tres eran mujeres empobrecidas que habían caído en la exclusión social por diversas circunstancias: alcoholismo, violencia doméstica, viudedad o enfermedad.
Este enfoque nos hace plantearnos: ¿Hemos estado perpetuando, a través de la Ripperología, las mismas actitudes victorianas que permitieron que estos crímenes quedaran impunes?
La espectacularización de la violencia contra las mujeres
Otra crítica relevante apunta a cómo la industria cultural en torno a Jack el Destripador ha convertido la violencia extrema contra mujeres vulnerables en un espectáculo de entretenimiento.
Los detalles gráficos de las mutilaciones son reproducidos en libros, documentales y tours turísticos, a menudo con un enfoque sensacionalista que bordea lo voyeurístico. Esto plantea cuestiones sobre la ética de convertir el sufrimiento real en entretenimiento comercial.
Como apunta la criminóloga feminista Judith Walkowitz: «Existe una línea muy fina entre el estudio histórico legítimo de estos crímenes y su explotación como pornografía de la violencia».
¿Ripperología responsable? Nuevos enfoques
En los últimos años, ha surgido una corriente dentro de la Ripperología que busca un enfoque más ético y equilibrado:
- Contextualización socioeconómica: Situando los crímenes en el marco más amplio de la pobreza y exclusión del East End victoriano.
- Dignificación de las víctimas: Reconstruyendo sus biografías completas y comprendiendo sus circunstancias.
- Análisis crítico de género: Examinando cómo las actitudes victorianas hacia las mujeres «caídas» influyeron en la investigación policial y la cobertura mediática.
- Reflexión sobre el sensacionalismo: Cuestionando la necesidad de reproducir detalles gráficos de las mutilaciones.
Un ejemplo positivo de este nuevo enfoque es el reciente memorial a las víctimas instalado en Whitechapel en 2022, que las honra como mujeres con vidas completas, no solo como víctimas de un asesino famoso.
Conclusiones: El misterio que nunca morirá
Tras más de 130 años de investigación, debates y especulaciones, ¿estamos más cerca de conocer la identidad de Jack el Destripador? La respuesta sincera es: probablemente no. A menos que aparezca alguna evidencia revolucionaria (lo cual es extremadamente improbable después de tanto tiempo), la identidad del asesino de Whitechapel seguirá siendo uno de los grandes misterios criminales de la historia.
Sin embargo, quizás la pregunta más relevante no sea quién fue Jack el Destripador, sino por qué seguimos tan fascinados por este caso. Como hemos analizado a lo largo de este artículo, la Ripperología nos dice tanto sobre nosotros mismos —nuestros miedos, obsesiones y valores— como sobre los crímenes de 1888.
El caso del Destripador sigue siendo relevante porque funciona como un espejo que refleja nuestras propias ansiedades contemporáneas: el miedo a la violencia urbana, la fascinación por lo macabro, las tensiones de clase y género, y la persistente búsqueda de respuestas en un mundo cada vez más caótico e incierto.
Como sociedad, hemos convertido a Jack el Destripador en un mito moderno, un personaje casi ficticio que habita más en el terreno de la leyenda que en el de la historia real. Y quizás esa sea su mayor victoria: trascender la realidad histórica para convertirse en un símbolo cultural perdurable.
Una reflexión personal sobre el futuro de la Ripperología
Como investigadores que hemos dedicado años al estudio de este fenómeno, creemos que el futuro de la Ripperología debe orientarse hacia un enfoque más ético, contextual y crítico. Es posible estudiar estos crímenes con rigor histórico sin caer en el sensacionalismo o la objetificación de las víctimas.
Las nuevas generaciones de ripperólogos están aportando perspectivas frescas: desde el análisis feminista hasta la aplicación de metodologías digitales para el estudio de fuentes primarias. Estas aproximaciones renovadas nos permiten comprender mejor no solo los crímenes en sí, sino el mundo que los produjo y la sociedad que los ha convertido en leyenda.
Quizás ha llegado el momento de que la Ripperología madure como disciplina y pase de la obsesión por identificar al asesino a un análisis más amplio de lo que este caso nos dice sobre la historia, la criminología, los medios de comunicación y nuestras propias fascinaciones colectivas.
¿Te interesa profundizar en el tema? Te invitamos a explorar las fuentes primarias disponibles en archivos digitales, a leer los trabajos de los ripperólogos más rigurosos, y a formar tu propia opinión basada en la evidencia y el pensamiento crítico. El misterio de Jack el Destripador puede que nunca se resuelva, pero el viaje de su investigación sigue siendo fascinante.

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