Cuando la noche cae y el silencio invade nuestros hogares, las sombras parecen cobrar vida propia, despertando los temores más primitivos del ser humano. Entre estos miedos ancestrales, pocos fenómenos han perdurado tanto en el imaginario colectivo como los súcubos, esas supuestas entidades femeninas que, según incontables relatos, visitan a hombres durante el sueño para mantener relaciones sexuales y robarles su energía vital.
Como investigador con más de quince años dedicados al estudio de fenómenos paranormales y mitos culturales, he abordado este tema desde múltiples perspectivas: antropológica, histórica, psicológica y neurológica. ¿Son los súcubos manifestaciones de entidades sobrenaturales o podemos encontrar explicaciones más terrenales para estos inquietantes encuentros nocturnos?
En este extenso análisis, nos sumergiremos en las profundidades de esta creencia milenaria, examinando su origen, evolución y las explicaciones contemporáneas que la ciencia ofrece. Mi objetivo no es simplemente descartar estas experiencias como mera superstición, sino entender los mecanismos cognitivos y culturales que han permitido que esta creencia sobreviva durante milenios.
Preparaos para un viaje fascinante que os llevará desde los textos medievales hasta los laboratorios de neurociencia moderna, en busca de respuestas a uno de los misterios más inquietantes y persistentes de la historia humana.
Etimología y definición: el nombre del terror nocturno
El término «súcubo» deriva del latín medieval «succubus«, que a su vez proviene del verbo «succubare«, una composición de «sub» (debajo) y «cubare» (yacer). Esta etimología refleja precisamente la característica definitoria de estas entidades en los textos clásicos: seres femeninos que yacen debajo de sus víctimas masculinas durante el acto sexual.
En la demonología tradicional, los súcubos son considerados demonios femeninos que adoptan forma de mujeres extremadamente atractivas para seducir a hombres, principalmente durante el sueño. Su contraparte masculina son los íncubos, que atacan a mujeres siguiendo un patrón similar. Según algunas tradiciones, ambos serían en realidad la misma entidad capaz de cambiar de género según su objetivo.
Lo que diferencia a los súcubos de otros demonios es su modus operandi específicamente sexual. No buscan la posesión del alma mediante pactos, sino que operan de forma más sutil: drenan la energía vital a través de encuentros íntimos, dejando a sus víctimas progresivamente debilitadas. En los casos más extremos de la literatura demonológica, estos encuentros repetidos podían conducir a la enfermedad y muerte.
Es importante señalar que, aunque hoy podamos ver estos relatos con escepticismo, para nuestros antepasados representaban explicaciones plausibles para fenómenos como las poluciones nocturnas, ciertos trastornos del sueño o incluso enfermedades de transmisión sexual cuyo origen desconocían.

Raíces históricas: un demonio con muchos nombres
La creencia en entidades sobrenaturales que mantienen relaciones sexuales con humanos durante el sueño no es exclusiva de la tradición judeocristiana, sino que aparece de forma recurrente en diversas culturas a lo largo de la historia. Este patrón transcultural nos sugiere que podríamos estar ante un arquetipo universal basado en experiencias humanas compartidas.
Mesopotamia y el cercano Oriente
En la antigua Mesopotamia encontramos a Lilitu, precursora de la Lilith hebrea, descrita como un demonio femenino que atacaba a hombres mientras dormían. Las tablillas sumerias del tercer milenio a.C. ya mencionan a estos seres sobrenaturales que se alimentaban de la energía vital masculina.
Los asirios y babilonios temían a Ardat Lili, un espíritu femenino que visitaba a los hombres por la noche para concebir hijos fantasmales. Estas entidades formaban parte de una tríada demoníaca junto con Lilu (demonio masculino) y Lilitu.
Tradición hebrea y primeros textos cristianos
La figura de Lilith, primera esposa de Adán según algunas interpretaciones rabínicas del Génesis, representa uno de los ejemplos más conocidos de este arquetipo. Tras abandonar el Edén por negarse a someterse a Adán, Lilith se convirtió, según el Alfabeto de Ben Sira (siglo VIII-X d.C.), en un demonio que engendraba hijos con hombres dormidos y mataba a recién nacidos.
San Agustín, en La Ciudad de Dios (siglo V), se refirió a estos encuentros sobrenaturales, admitiendo la creencia generalizada en íncubos y súcubos, aunque con cierto escepticismo. Sin embargo, fue Tomás de Aquino quien, en su Summa Theologica (siglo XIII), proporcionó una elaborada explicación teológica sobre cómo estos demonios podían interactuar físicamente con humanos.
La Edad Media: El Auge de la Demonología
El periodo entre los siglos XIII y XVII vio la proliferación de tratados demonológicos que catalogaban y clasificaban a los demonios, incluyendo detalladas descripciones de súcubos. Obras como el Malleus Maleficarum (1487) de Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, conocido como «El Martillo de las Brujas», dedicaban capítulos enteros a estos encuentros demoníacos, presentándolos como realidades incontestables.
En este período, la creencia en súcubos se entrelazó con la histeria colectiva en torno a la brujería. Muchos de los acusados de brujería confesaban, bajo tortura, haber mantenido relaciones con demonios. Los teólogos elaboraron teorías complejas donde súcubos e íncubos trabajaban en tándem: primero, el súcubo obtenía semen de un hombre, luego se transformaba en íncubo para depositarlo en una mujer, explicando así los nacimientos de niños «marcados por el demonio».
Renacimiento y era moderna
A medida que avanzaba el pensamiento científico, las explicaciones demonológicas fueron perdiendo terreno. Sin embargo, figuras como Joseph Glanvill en su Saducismus Triumphatus (1681) todavía defendían la realidad de estos fenómenos, intentando conciliarlos con una visión más racionalista del mundo.
Ya en el siglo XIX, con el auge del espiritismo y las investigaciones psíquicas, los súcubos fueron reinterpretados como manifestaciones de energías psíquicas o entidades astrales, adaptándose así al nuevo paradigma pseudo-científico de la época.
El Súcubo a través de las culturas: un fenómeno global
Resulta fascinante comprobar cómo prácticamente todas las culturas han desarrollado conceptos similares al súcubo occidental, aunque con variaciones locales significativas. Esta universalidad sugiere que estos mitos podrían estar respondiendo a experiencias humanas compartidas más que a transmisiones culturales directas.
Tradiciones asiáticas
En Japón encontramos a las Jorōgumo, mujeres-araña que seducen a hombres para devorarlos, y las Kitsune (mujeres zorro) que pueden drenar la energía vital de sus amantes humanos. China tiene a las Hulijing, también espíritus zorro que seducen a los hombres, mientras que en la India los Yakshini son espíritus femeninos conocidos por su belleza y apetito sexual insaciable.
Folclore eslavo y nórdico
Las Rusalkas eslavas, espíritus de mujeres jóvenes fallecidas en circunstancias trágicas, atraen a hombres hacia lagos y ríos. Los vikingos temían a las Mara, espíritus femeninos que se sentaban sobre el pecho de los durmientes, provocándoles pesadillas y sensación de asfixia (de donde deriva la palabra «nightmare» en inglés).
Tradiciones africanas y americanas
En varias culturas africanas encontramos a Mamiwata, espíritu acuático femenino que seduce a hombres y les otorga riquezas a cambio de fidelidad sexual. Entre los nativos americanos, figuras como la Deer Woman de las tribus de las llanuras o la La Tunda colombiana representan entidades femeninas que atraen sexualmente a hombres para luego dañarlos.
Esta prevalencia transcultural de figuras similares al súcubo nos lleva a preguntarnos: ¿qué experiencia humana universal podría estar en la raíz de estos mitos? La respuesta, como veremos más adelante, probablemente se encuentra en ciertos trastornos del sueño y fenómenos neurológicos específicos.

Casos históricos documentados: los encuentros con el súcubo
A lo largo de la historia, numerosos casos de supuestos encuentros con súcubos han sido documentados por autoridades eclesiásticas, médicos e investigadores del folclore. Estos registros nos proporcionan una ventana fascinante tanto a las experiencias reportadas como a su interpretación contextual.
El caso del monasterio de Byland (Siglo XII)
En los registros de este monasterio inglés encontramos el relato de un monje que durante tres noches consecutivas fue visitado por una hermosa mujer que intentaba seducirlo. Según el documento, el monje resistió las dos primeras noches, pero sucumbió en la tercera, lo que le provocó una grave enfermedad. Los superiores del monasterio diagnosticaron un ataque de súcubo y prescribieron ayuno y oraciones como tratamiento.
El incidente de Loudon (1634)
Aunque más conocido por los casos de posesión demoníaca en un convento de ursulinas, varios de los testimonios recogidos por el exorcista Jean-Joseph Surin incluyen descripciones de monjas que afirmaban haber sido visitadas por demonios en forma masculina (íncubos) y, en algunos casos, femenina (súcubos). Estos relatos incluyen descripciones de sensaciones físicas extremadamente vívidas durante los supuestos encuentros.
El diario de Samuel Pepys (1664)
El célebre diarista inglés Samuel Pepys describió una experiencia que coincide con muchos elementos clásicos de un encuentro con un súcubo:
«Anoche tuve un sueño extraño y perturbador. Sentí claramente un peso sobre mi pecho y la presencia de una mujer de extraordinaria belleza pero ojos fríos como el hielo. No podía moverme ni gritar, aunque estaba consciente. La experiencia fue tan real que al despertar miré a mi alrededor esperando encontrarla en la habitación.»
Casos del siglo XIX
Con el auge del espiritismo, los informes de encuentros sexuales con entidades se multiplicaron. El investigador psíquico J.S. Marlowe recopiló entre 1880 y 1895 más de cuarenta casos de hombres que afirmaban mantener relaciones sexuales regulares con entidades femeninas invisibles. En su obra Visitations of the Night (1897), Marlowe intentó establecer patrones comunes en estos encuentros, notando la recurrente sensación de parálisis y la vívida sensorialidad de las experiencias.
Investigaciones contemporáneas
Durante el siglo XX, el estudio de los súcubos pasó del ámbito religioso al psicológico y paranormal. El Dr. David J. Hufford, en su obra «The Terror That Comes in the Night» (1982), documentó cientos de casos de lo que él denominó «ataques de vieja bruja» (Old Hag Attacks), muchos de los cuales presentaban componentes sexuales similares a los tradicionalmente atribuidos a súcubos.
Más recientemente, el International Association for the Study of Dreams ha recopilado miles de testimonios de personas que aseguran haber tenido encuentros sexuales con entidades durante estados de sueño alterado. Estos relatos modernos mantienen sorprendentes similitudes con los registros históricos, a pesar de provenir de personas sin conocimiento previo de la tradición demonológica.
Un caso particularmente interesante es el documentado por la Dra. Susan Blackmore en 2001:
«Un paciente de 34 años, sin historial de creencias paranormales, reportó encuentros sexuales recurrentes con una ‘presencia femenina’ durante episodios de parálisis del sueño. Lo más destacable es que, a pesar de su formación científica, el sujeto encontraba difícil aceptar que estas experiencias extremadamente vívidas fueran meras alucinaciones.»
La anatomía de un encuentro: patrones recurrentes
Al analizar cientos de testimonios históricos y contemporáneos, emergen patrones sorprendentemente consistentes en los supuestos encuentros con súcubos:
- Ocurrencia nocturna: La inmensa mayoría de los encuentros se producen durante la noche, generalmente cuando la víctima está sola en la cama.
- Sensación de presencia: Antes del contacto físico, muchos testimonios describen una intensa sensación de presencia en la habitación.
- Parálisis temporal: Una característica casi universal es la incapacidad para moverse o gritar durante el encuentro.
- Presión sobre el pecho: Muchas víctimas reportan sentir un peso opresivo sobre el torso.
- Experiencia sensorial vívida: Los testimonios destacan por la extraordinaria nitidez de las sensaciones físicas, a menudo descritas como «más reales que la realidad».
- Componente erótico: Aunque no siempre presente, la mayoría de los encuentros tienen un fuerte componente sexual.
- Consecuencias físicas: Muchas personas afirman despertar con marcas inexplicables, fatiga extrema o sensación de haber perdido energía.
Esta consistencia a través de diferentes épocas y culturas es precisamente lo que ha dado credibilidad al fenómeno. Sin embargo, como veremos, la ciencia moderna ofrece explicaciones convincentes para estos patrones recurrentes.

Explicaciones científicas: desmontando el mito
A lo largo de mi carrera investigando fenómenos paranormales, he aprendido que las explicaciones más plausibles suelen encontrarse en la intersección entre neurología, psicología y contexto cultural. El caso de los súcubos no es una excepción.
Parálisis del sueño: la clave del enigma
La parálisis del sueño constituye, sin duda, la explicación más sólida para la mayoría de los encuentros con súcubos. Este trastorno del sueño, que afecta aproximadamente al 8% de la población general, se caracteriza por:
- Incapacidad temporal para moverse o hablar durante la transición entre el sueño y la vigilia.
- Estado de consciencia mientras el cuerpo permanece paralizado.
- Alucinaciones vívidas (visuales, auditivas, táctiles y hasta olfativas).
- Sensación de presión sobre el pecho.
- Intenso miedo o angustia.
La parálisis del sueño se produce cuando el cerebro despierta mientras el cuerpo continúa en el estado de atonía muscular propio del sueño REM, diseñado para evitar que actuemos nuestros sueños. Durante estos episodios, el lóbulo temporal -implicado en experiencias místicas y sexuales- puede generar alucinaciones extraordinariamente realistas.
¿Por qué estas alucinaciones adoptan con tanta frecuencia un carácter sexual? Los neurocientíficos sugieren que durante la parálisis del sueño se activan áreas cerebrales relacionadas con el miedo y la excitación sexual, creando una mezcla única de terror y erotismo. El contexto cultural de la persona determina entonces la interpretación de esta experiencia.
Explicaciones complementarias
Aunque la parálisis del sueño explica la mayoría de casos, otros factores pueden contribuir al fenómeno:
- Trastornos hipnagógicos: Alucinaciones que ocurren en la transición entre vigilia y sueño.
- Apnea del sueño: La dificultad para respirar durante el sueño puede provocar sensación de asfixia y despertar sobresaltado, elementos presentes en muchos encuentros con súcubos.
- Epilepsia del lóbulo temporal: Puede causar alucinaciones sensoriales intensas, a menudo de naturaleza sexual o mística.
- Hipnopompia: Estado entre el sueño y la vigilia donde pueden persistir elementos oníricos superpuestos a la percepción de la realidad.
- Factores psicológicos: El estrés, la represión sexual y los traumas pueden manifestarse a través de estos episodios.
Como señala el Dr. James Allan Cheyne, experto en parálisis del sueño: «Lo fascinante de estos episodios es que las explicaciones culturales -demonios, alienígenas o fantasmas- varían enormemente, pero la experiencia subyacente permanece notablemente constante a través de las culturas y los siglos.»
Súcubos en la cultura popular contemporánea
Pese a los avances científicos, la figura del súcubo no solo ha sobrevivido, sino que ha evolucionado y prosperado en la cultura popular contemporánea. Esta persistencia cultural merece un análisis propio.
Literatura y cine
Desde la novela gótica hasta el cine de terror moderno, los súcubos han aparecido regularmente como antagonistas o, más recientemente, como protagonistas complejas. Obras como «Drácula» de Bram Stoker incluyen elementos del mito del súcubo en sus vampiresas. En el cine, películas como «Jennifer’s Body» (2009) o «Under the Skin» (2013) presentan versiones modernizadas del concepto.
Videojuegos y cultura digital
Los videojuegos han adoptado ampliamente la figura del súcubo, especialmente en los géneros de rol y fantasía. Franquicias como «Dragon Age«, «The Witcher» o «Diablo» presentan súcubos como enemigos o personajes moralmente ambiguos. Estas representaciones suelen mantener los elementos centrales del mito (seducción, drenaje de energía) mientras modernizen su aspecto visual.
Psicoanálisis y feminismo: reinterpretaciones
Desde perspectivas psicoanalíticas, el mito del súcubo se ha interpretado como proyección del miedo masculino a la sexualidad femenina independiente. Algunas corrientes feministas han reinterpretado estas figuras como símbolos de empoderamiento, subvirtiendo su significado original de «demonio» para convertirlas en representaciones de la autonomía sexual femenina.
Como señala la antropóloga Camille Paglia: «Los súcubos representan el temor ancestral masculino al poder absorbente de la sexualidad femenina, la ansiedad ante la posibilidad de que el deseo sexual pueda consumir la individualidad y la fuerza vital.»

Análisis crítico: entre la experiencia subjetiva y la realidad objetiva
Tras examinar evidencias históricas y explicaciones científicas, nos enfrentamos a la pregunta fundamental: ¿Qué conclusiones podemos extraer sobre la naturaleza de este fenómeno?
La falacia de la interpretación literal
El error más común al abordar fenómenos como los súcubos es caer en la falsa dicotomía de «o es completamente real tal como se describe tradicionalmente, o es una completa fantasía sin base alguna». La realidad, como suele ocurrir, es más compleja y matizada.
Las personas que reportan encuentros con súcubos experimentan algo genuinamente real y profundamente perturbador. Sus sensaciones físicas, miedo y confusión no son inventados ni imaginarios. Lo que cuestionamos no es la experiencia en sí, sino la interpretación sobrenatural de la misma.
El papel de la sugestión y la interpretación cultural
Es revelador observar cómo las mismas experiencias neurológicas básicas (parálisis del sueño, alucinaciones hipnagógicas) son interpretadas según el marco cultural disponible:
- En la Edad Media europea: súcubos e íncubos.
- En ciertas culturas asiáticas: espíritus de zorros o fantasmas vengativos.
- En contextos contemporáneos occidentales: a menudo como abducciones alienígenas.
- En entornos clínicos modernos: como trastornos del sueño.
La sugestión juega un papel fundamental. Estudios han demostrado que personas expuestas a historias sobre súcubos o abducciones alienígenas tienen más probabilidades de interpretar sus episodios de parálisis del sueño en esos términos específicos.
La experiencia subjetiva y su valor
Aunque defiendo una interpretación neurológica y psicológica del fenómeno, considero un error descartar estas experiencias como «simples alucinaciones» sin importancia. Para quienes las viven, son acontecimientos profundamente significativos que pueden influir en su comprensión de la realidad, su espiritualidad y su relación con su propia sexualidad.
Como investigador, mi objetivo no es ridiculizar estas experiencias, sino ofrecer un marco explicativo que permita entenderlas sin recurrir a lo sobrenatural, reconociendo a la vez su impacto psicológico real.
Aplicaciones terapéuticas: del miedo a la comprensión
El conocimiento científico sobre este fenómeno no tiene un interés meramente académico, sino importantes aplicaciones prácticas para quienes sufren estas experiencias aterradoras.
Educación y normalización
Numerosos estudios han demostrado que simplemente educar a las personas sobre la parálisis del sueño y sus mecanismos reduce significativamente la ansiedad asociada a estos episodios. Cuando alguien comprende que está experimentando un fenómeno neurológico conocido, en lugar de un ataque demoníaco, el miedo tiende a disminuir considerablemente.
Técnicas de afrontamiento
Investigadores como el Dr. Baland Jalal han desarrollado protocolos específicos para manejar episodios de parálisis del sueño:
- Reevaluación cognitiva: Entrenar al cerebro para reconocer el episodio como un fenómeno natural.
- Relajación muscular: Centrarse en relajar pequeños músculos (dedos, lengua) que no están completamente paralizados.
- Meditación mindfulness: Técnicas para observar las alucinaciones sin juzgarlas o temerlas.
- Modificación del entorno de sueño: Mejorar la higiene del sueño para reducir la frecuencia de episodios.
Estas aproximaciones han mostrado resultados prometedores tanto en la reducción de la frecuencia de episodios como en la disminución del miedo asociado.

Conclusiones: una mirada escéptica pero comprensiva
Tras este exhaustivo análisis del fenómeno de los súcubos, podemos extraer varias conclusiones fundamentales:
- Los súcubos, como entidades demoníacas literales que roban la energía vital mediante relaciones sexuales, no existen según la evidencia científica disponible.
- Sin embargo, las experiencias reportadas como «ataques de súcubos» son fenómenos reales y significativos desde el punto de vista neurológico y psicológico.
- La parálisis del sueño combinada con alucinaciones hipnagógicas explica la gran mayoría de estos casos, ofreciendo una explicación coherente para los elementos consistentes en estos relatos a través de culturas y épocas.
- El contexto cultural y las creencias previas determinan cómo se interpretan estas experiencias, pero no alteran su mecanismo neurológico subyacente.
- Comprender estos mecanismos no resta valor a la experiencia subjetiva, pero proporciona herramientas para manejarla sin el terror que tradicionalmente ha provocado.
Como investigador en lo paranormal, mi posición es clara: debemos separar el fenómeno subjetivo (real) de la interpretación sobrenatural (no respaldada por evidencia). Esta distinción no es un mero ejercicio académico, sino una necesidad práctica para ayudar a quienes sufren estos episodios aterradores.
Si alguna vez os encontráis paralizados en la cama, sintiendo una presencia ominosa y experimentando sensaciones táctiles inexplicables, recordad: no estáis siendo atacados por un demonio, sino experimentando una peculiaridad fascinante de vuestro propio cerebro. Este conocimiento, lejos de desmitificar completamente el misterio, nos invita a maravillarnos ante la extraordinaria complejidad de la mente humana y su capacidad para generar experiencias que han dado forma a nuestras culturas y mitologías a lo largo de milenios.
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